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viernes, 24 de abril de 2015

Racismo en Bogotá: “Un negro es un mal adorno para esta ciudad”

Hay un silencio cómplice de la sociedad y las entidades del gobierno frente a la agresión contra las comunidades afro

Plantón frente a la alcaldía de Bogotá.


Carolina Tejada

Colombia tiene una cultura multicolor, y en Bogotá sé refleja mejor. Dos mares que han brindado a las comunidades multiplicidad de olores, gastronomía y sabor. Ese sabor musical, alegría y verraquera de la orilla del mar incluye a los afros, las negras, los niches, cuya esencia como ciudadanos de derechos ellos mismos la califican de talante y lucha.

Pero no todo es alegría del Caribe o el Pacífico. En el interior, particularmente, ocurren situaciones que llevan a cuestionar profundamente, ¿qué persona nacida en Colombia, alimentada con crema de maíz, sopa de plátano, arepa con hogao, pescado guisado, o comido dulce de coco, no lleva en su memoria genética y cultural un origen afro o indígena?

Hay quienes consideran naturales las actitudes segregacionistas, estigmatizadoras, que condenan al destierro o a la muerte a los afros. El pasado 9 de abril leíamos una invitación por redes sociales que decía: “Plantón en contra del asesinato de dos jóvenes afros en Bogotá”. Allí había mensajes de todo tipo que expresaban solidaridad. El 16 de abril se desarrolló el plantón frente a la alcaldía de Bogotá; jóvenes, madres, abogados y artistas de la comunidad afro expresaban su rechazo y exigían a la Alcaldía garantías para seguir conviviendo en la metrópoli, por el derecho a la vida, al respeto y mayores oportunidades para la población.

Segregación y odio racial

Quienes participaron en el plantón contra la violencia hacia los negros hablaban de los dos jóvenes asesinados Samir y Andrés. Decían que les dispararon, pero antes les gritaron: “Niches, se van a morir”. Y así fue. Una de las jóvenes víctimas contó lo ocurrido de camino al hospital, pero no sobrevivió a los once disparos propiciados por dos hombres motorizados que se desplazaban por el barrio Caracolí de Ciudad Bolívar.

En el plantón quisimos hablar con una líder afro. Cuando nos acercamos para escuchar su versió, nos decía: “Sin cámaras, no quiero que sepan mi identidad, porque estoy amenazada”. Y a petición de ella misma hemos cambiado su identidad por la de África. África es una mujer joven, enérgica y con una voz cálida. Ella nos explicó su preocupación: “Hemos investigado y tenemos las cifras de víctimas afros en Bogotá y sabemos que quieren paramilitarizar la ciudad y hacer una limpieza social”.

Ella denuncia que en carne propia ha tenido que vivir la indiferencia de las autoridades policiales y de la ciudad: “En diciembre del año pasado, en el barrio Concordia, localidad de La Candelaria, me atacaron los grupos cabeza rapada neonazis, grupos intolerantes que creen que un negro es un mal adorno para esta ciudad, cuando sobre estos cimientos está la sangre de nuestros ancestros”.

África asegura que cuando situaciones como estas se presentan, las denuncias no prosperan y las comunidades afros se ven totalmente desprotegidas por parte de la Fuerza Pública. Ella menciona: “Yo duré inconsciente 15 minutos en el suelo, los golpes fueron fuertes y nadie me auxilió, la gente pasaba como si nada. Cuando fui a la estación de policía de la Concordia me dijeron: Usted está borracha, y yo les dije no, me acabaron de atacar. Ellos me miraban despectivamente, me manoteaban y me decían, es que ustedes son muy problemáticos, ustedes quiénes, les pregunte, y me dicen: ustedes los negros”. Su denuncia nunca fue recibida.

De las amenazas a los hechos

Los ataques de los grupos neonazis, o de motorizados no identificados no son el único temor de las comunidades afro. La líder nos cuenta que “este año en los barrios Concordia, Santa Bárbara, Egipto y Belén repartieron unos panfletos anunciando una limpieza étnica. Expresamente decían: ‘Negros hijueputa, los vamos a matar’. Yo me encerré en mi casa porque tuve miedo”.

Después de la llegada de estos panfletos, se han presentado situaciones de violencia en contra de la población afro, y como las menciona África las autoridades han hecho oídos sordos.

Entre muchos casos ella resalta: “En febrero, a un joven artista de la localidad de La Candelaria lo atacaron, golpearon a su hija y a su esposa le quisieron aplicar algo en el cuello. A la semana siguiente mataron a un joven en Egipto, de cuatro puñaladas. Su piel estaba rasgada con un cuchillo. Las pruebas de la agresión fueron cambiadas y a su familia la amenazaron. Les tocó huir del barrio. A la semana siguiente a otro joven trabajador de la cultura dos hombres motorizados lo golpean con un bate en la cabeza, y a su esposa que iba con él, pero que es mestiza, le decían: ‘Cochina, por meterse con un negro’”.

Sin intervención institucional

César Asprilla lidera consejos afro urbanos en la capital. Dialogando sobre estas denuncias menciona: “Son crímenes de odio racial, se han venido presentando en varias localidades desde hace varios años”. Cuenta que: “En la localidad de Ciudad Bolívar se han denunciado tres asesinatos de jóvenes afros, y en la parte alta de Rafael Uribe Uribe, solo en un sector ya han asesinado a seis afros, en ocho años”.

Las comunidades vienen exigiendo desde diferentes ámbitos que el Distrito intervenga, que se reconozca en primer lugar la problemática de discriminación y las acciones de violencia racial hacia sus comunidades, y por otro lado que se construyan iniciativas políticas, más allá de las campañas institucionales, que puedan garantizar mayores oportunidades para esta población, desde espacios educativos, culturales y laborales.

Las comunidades afro vienen denunciando que más del 90% viven en condiciones alarmantes de miseria. El 75% recibe salarios inferiores al mínimo legal, sin mencionar los derechos a la salud, educación, etc. Esto además se suma a los casos de violencia a causa del odio racial.

Según menciona César, “el Distrito no ha afrontado este tema como es debido, tampoco se lo ha planteado en las estructuras de la administración. Por ejemplo, actualmente tienen una planta de 25 mil personas. Le hemos preguntado a la comisión del servicio civil cuántos afros hay en esa planta, y nos han dicho: hay 48 en total. Esto es discriminatorio ante una población de más de un millón que vive en la ciudad buscando oportunidades, muchos de ellos desplazados a causa de violencia”.

La ley 70 de 1993 demanda además de la protección de los derechos afros, una cátedra afrocolombiana en los centros educativos, pero, según menciona César, “se obvió el equipo y por lo tanto no funciona”. Sin embargo menciona: “Ya que estamos en la época de los afrodescendientes decretada por la ONU, podríamos intentar acciones afirmativas de fondo para combatir este mal, por ejemplo: más empleo, vivienda, educación, para disminuir la brecha de discriminación”. Las comunidades siguen a la espera de la acción institucional por el respeto a la vida y la igualdad.

Semanario Voz

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