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lunes, 17 de julio de 2017

La política es paz, la politiquería violencia

Hay que rescatar la política como ciencia y arte, de conformidad con el clásico pensamiento de los griegos. Eso implica la paz con justicia social, por cuanto, a partir de allí, el desarrollo social comenzará a ser una realidad y no una simple promesa baladí.

Foto: Colin PDX Bolivar in Cartagena via photopin (license)


Nelson Lombana Silva

Hay que ser demasiado servil e inconsecuente para aprobar las interminables salidas aberrantes y vergonzosas del expresidente colombiano y actualmente senador del Centro Democrático Álvaro Uribe Vélez.

Resulta denigrante tal postura pues no consulta los más elementales requisitos de convivencia social y más con su investidura que tuvo y tiene. Actúa como cualquier desquiciado mental salido de las entrañas del más gigantesco basurero, de los muchos que hay en este país sudamericano. ¿Qué tienen de políticos sus últimos pronunciamientos contra un periodista?

Un personajillo de esta naturaleza realmente está envileciendo la majestad que encarna la política como ciencia y como arte de gobernar como la definieron en su momento los griegos. En el concierto internacional, realmente se siente vergüenza ajena.

La política como ciencia y arte implica la dinámica de gobernar, por lo tanto es poder. Uribe Vélez utiliza el “todo vale”, que no es otra cosa que materializar en la práctica el pensamiento de Nicolás Maquiavelo cuando dice: “El fin justifica los medios”.

La política como tal es paz, por cuanto articula armónicamente las relaciones humanas, permitiéndole desarrollarse en la diversidad, predominando la razón, expresada ésta a través del argumento. La política nos permite ser diversos, distintos y humanos, muy humanos, como diría Federico Nietzsche. La política se expresa a través de la palabra, el debate argumentado, perfectamente expuesta a la crítica e, incluso, a la autocrítica. Es la columna vertebral de la democracia.

Un pueblo sin formación política es un pueblo ciego, a merced del oportunista y de una reducida casta oligárquica. Un pueblo politizado sabe de dónde viene, sabe qué está haciendo y tiene claro su proyecto hacia el futuro. Sabe vivir en comunidad y respetar categorías como la libertad, la unidad y el profundo respeto por el otro. Eso es política.

La politiquería es todo lo contrario. No responde a la condición humana en función social, pues se inspira ante todo en el individualismo. Ya no es el arte de servir, sino el arte que nos sirvan. Se fundamenta en la mentira y en la intriga, en la infamia, en la violencia. Alimenta los sentimientos más primitivos del ser humano, exacerbándolos al extremo. No caben aquí el diálogo y el consenso, solo valen la imposición, la palabra única, la imagen única, el argumento único.

Eso es lo que ha venido sufriendo Colombia después de la obra del Libertador Simón Bolívar, a partir de la traición de Francisco de Paula Santander. No hemos tenido presidentes políticos, hemos tenido presidentes politiqueros. Eso explica por qué Colombia se ha desenvuelto en tantas guerras civiles, declaradas y no declaradas.

El régimen colombiano bipartidista (liberal y conservador) se ha desarrollado en el estiércol de la politiquería, en la promesa y en la frustración. Todo líder que ha intentado salir de la entraña del pueblo con visión política ha sido eliminado. El general Rafael Uribe Uribe fue asesinado en las escalinatas de la casa de Nariño a punta de hachazos, Jorge Eliécer Gaitán Ayala cayó abatido en la carrera séptima con calle 13 en Bogotá, lo mismo Luis Carlos Galán Sarmiento, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Pizarro Leongómez, en un avión a diez mil pies de altura, etc.

Jamás se podrá olvidar la Guerra de los Mil Días, guerra en la que se sacrificaron miles de vidas y se perdió el departamento de Panamá; la denominada Violencia en Colombia, donde más de 300 mil personas se mataron unos porque eran liberales y los otros conservadores. El genocidio de la Unión Patriótica, cerca de cinco mil personas, en su mayoría del Partido Comunista, cayeron villanamente asesinados por el binomio militar-paramilitar.

Qué infamia que el Centro Democrático, con el liderazgo de Uribe Vélez, persista en la guerra y busque por todos los medios matar el proceso de paz que se encuentra en su fase de implementación. Solo cabe en la mente enferma y esquizofrénica que solo busca el interés personal, en detrimento del interés colectivo. Es la clásica postura politiquera.

Hay que rescatar la política como ciencia y arte, de conformidad con el clásico pensamiento de los griegos. Eso implica la paz con justicia social, por cuanto, a partir de allí, el desarrollo social comenzará a ser una realidad y no una simple promesa baladí. Ese conocimiento no puede quedar en las alturas, ese conocimiento debe llegar al pueblo sin excepción. Un pueblo politizado piensa, tiene autonomía, capacidad de crítica, autocrítica y sobre todo conciencia de clase. Un pueblo politizado es dueño de su propio destino.

Así las cosas, y para materializar este marco teórico, las izquierdas colombianas deben unirse alrededor de un programa común, candidatos comunes con reglas claras de juego y conciencia de clase. La unidad es el secreto para destruir la politiquería y elevar la política en Colombia. Mejor dicho: Parar el fascismo que encarnan el uribismo y el Centro Democrático.

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