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viernes, 28 de septiembre de 2018

La violencia desborda en Mozambique

Dada la guerra económica que muchas potencias occidentales y China mantienen por el gas mozambiqueño, no es extraña la aparición de grupos armados con apariencia de pertenecer a alguna banda afín al Daesh o al-Qaeda.

Foto: canarias3puntocero


Guadi Calvo

Mozambique, como la mayoría de las naciones africanas, no ha podido escapar de las profundas heridas que han dejado siglos de colonialismo, pústulas que todavía supuran.

El país se independizó de Portugal, tras una guerra de diez años (1964-1974) liderada por el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) que, tras su triunfo, estableció un gobierno,al que en el marco de la Guerra Fría se lo podría definir de izquierda, con nacionalización de empresas, ampliación de derechos para sus ciudadanos, mejoras laborales, en salud, educación y justicia.

La respuesta por parte de los Estados Unidos, y su principal socio en la región por entonces, el estado racista de Sudáfrica, no tardaron en llegar y utilizando a Rhodesia, actual Zimbabwe, como base militar, mercenarios y disidentes anticomunistas enmascarados en lo que conoció como el Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña) sumergieron al país en una guerra civil que se extendería desde 1977 a 1992 que, además de la destrucción del tejido social y la devastación de la infraestructura, generó más de un millón de muertos y cinco millones de desplazados internos y más de dos millones de refugiados en países vecinos. Solo el campamento Luwani, en Malawi, alojó a un millón de mozambiqueños que huían del conflicto.

Más allá de 1992, la violencia continuó impulsada por una ingente violencia social, ocasionada por las altas tasas de desempleo, exclusión, desigualdad social, inflación y graves problemas en la educación y la salud.

Este cóctel ha provocado que desde el 2014, tras peleadas elecciones, alentado por el Renamo, se multipliquen los ataques contra el transporte, infraestructuras y la población civil en general. A esta nueva ola de violencia se la conoció como “la guerra civil invisible”, ya que fue negada por todos los actores e ignorada por los medios de comunicación y organizaciones internacionales como Naciones Unidas.

Los conflictos armados que el país sufre prácticamente sin interrupción desde 1964 y agravados por la guerra civil, a pesar de haberse resuelto en 1992, se han mantenido prácticamente hasta hoy, ya que el Renamo sigue activo en el centro y sur del país,

En 2015, los enfrentamientos entre el Ejército y combatientes ultraderechistas del Renamo, en las provincias de Tete, Zambezia y Sofala, obligaron a más de seis mil mozambiqueños a refugiarse en el pueblo malauí de Kapise, en el distrito fronterizo de Mwanza.

En agosto pasado, el presidente Filipe Nyusi anunció un memorándum de entendimiento con la oposición armada, en vista de las elecciones generales de octubre del próximo año, en el que el Nyusi aspira a presentarse por el Frelimo, partido que ha gobernado Mozambique desde su independencia en 1975.

Durante décadas, el país apareció en la lista de las naciones más dependientes de la ayuda internacional. A principio de este siglo, consiguió un incremento sustancial de préstamos de los grandes grupos financieros mundiales, tras el descubrimiento de importantes yacimientos gasíferos en aguas profundas frente a la costa de la norteña provincia de Cabo Delgado, que podrían convertir a Mozambique en uno de los más importantes exportadores mundiales.

Sin duda, una salida para superar las perennes crisis económicas y su gigantesca deuda externa, incrementada por sus gastos militares y por el intento de alistar una flota atunera, cuya financiación nunca llegó al país y fue directamente a los armadores europeos, para lo que se emitió un dudoso “bono atunero”, que no ha puesto en marcha la industria pesquera, pero sí ha incrementado la deuda.

Las exportaciones de gas debieron haberse iniciado este año y por diferentes cuestiones, en la que no escapa la guerra comercial chino-norteamericana, se ha postergado para el 2022.

China ha mantenido una importante campaña de inversiones de Mozambique, al igual que en otras muchas naciones del continente, desplazando ostensiblemente a las metrópolis y a los Estados Unidos, que ya ha comenzado a reestructurar su presencia vía intervención armada en el continente, concentrándose en varias naciones del Sahel (Malí, Chad y Níger) como banco de pruebas, pero con una rápida expansión hacia la costa oriental de África.

Gas y muyahidines


Dada la guerra económica que muchas potencias occidentales y China mantienen por el gas mozambiqueño, no es extraña la aparición de grupos armados con apariencia de pertenecer a alguna banda afín al Daesh o al-Qaeda, que desde el año pasado operan con esporádicos ataques a diferentes aldeas de la provincia de Cabo Delgado, que en total ya han dejado cerca de 50 muertos todos civiles.

El jueves 20, en la aldea de Paqueue, próxima al archipiélago turístico de Quirimbas, se incendiaron 55 viviendas, 14 personas murieron, tras un asalto en el que diez de los aldeanos fueron acribillados, tres quemados vivos y el último decapitado.

La noche anterior, más al norte de Paqueue, cerca de la frontera con Tanzania, una caravana militar fue atacada por un grupo armado, logrando asesinar a un alto oficial del Ejército. Según fuentes mozambiqueñas, “los atacantes vestían uniformes militares y armas de fuego de gran calibre”.

Si bien en apariencia los atacantes podrían ser muyahidines, también podrían aparentarlo y en realidad los ataques apuntan a perturbar las empresas gasíferas que se están instalando en la provincia de Cabo Delgado, pagados por empresas rivales.

Existe la posibilidad de que sea un grupo vinculado al integrismo musulmán, ya que, según una investigación de 2015, se habrían detectado cerca de cien células en la región.

En la provincia de Cabo Delgado se asienta la mayoría de los musulmanes mozambiqueños que representan casi el 18% del total de la población del país cercana a los 30 millones. En 2014, en plena irrupción del Daesh, algunos líderes religiosos pidieron a su comunidad que adhirieran al wahabismo, la formación más extrema del islam sunita, a la que pertenecen tanto el Daesh como al-Qaeda, y cuyo epicentro es Arabia Saudita.

Para la mayoría de las fuentes mozambiqueñas los atacantes pertenecerían al grupo wahabita conocido como Ahlu Sunnah Wa-Jama (Seguidores del Profeta), aunque sus integrantes comúnmente son llamados por los lugareños al-Shabaab, por la banda somalí, aunque no hay forma de vincularlos. Se estima que la banda integrista podría contar con unos mil hombres, divididos en cien células, dirigida por un mullah. Este grupo podría, también, tener presencia en la región de Kibiti en Tanzania, y se cree fueron entrenados tanto en Tanzania como en la República Democrática del Congo.

La mayoría de los muyahidines de Ahlu Sunnah Wa-Jama, pertenecerían a la etnia Kimwani, una de las más minoritarias y que actuarían fundamentalmente en respuesta a la discriminación política y económica sufrida por decisión del gobierno central, al tiempo que son notorias las ventajas dadas a la Makonde, el grupo tribal al que pertenece el presidente Nyusi.

En la mayoría de los ataques los terroristas utilizaron armas blancas como cuchillos y machetes, lo que sugiere que no tienen la suficiente financiación para lograr acceso a mayor cantidad y calidad de armas o que carecen del suficiente entrenamiento para utilizar armas de fuego y explosivos. Aunque tras las derrotas de las bandas integristas en Siria e Irak, sobra ahora mano de obra entrenada para conformar un nuevo frente. Se teme que también podrían comenzar a recibir financiamiento de aportantes extranjeros (Arabia Saudita o Catar) y que ellos mismos estén apelando al contrabando de piedras, maderas preciosas y marfil, para armarse.

La ola de incursiones en la provincia de Cabo Delgado podría generar serios inconvenientes a la industria gasífera, la última esperanza de Mozambique: la inseguridad se sumará al costo de exploración y logística, lo que retrasará los proyectos de extracción de gas.

La estadounidense Anadarko, un gigante mundial en el campo de la explotación de petróleo y gas, debió evacuar a sus trabajadores en el área y detener temporalmente las operaciones después de que la Embajada Norteamérica en Maputo diera un aviso respecto a la inseguridad en la zona y alertara de nuevos e inminentes ataques.

El presidente Filipe Nyusi tendrá que dilucidar si estos ataques son acciones verdaderas de muyahidines, peleas entre empresas rivales u operaciones de la oposición para desacreditar su rol en mira de las elecciones de octubre de 2019. Lo que fuera se saldará con más violencias, lo único que parece abundar más que el gas en Mozambique.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

ALAI, América Latina en Movimiento

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