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martes, 24 de marzo de 2015

Ovidio, la corrupción y la guerra

¿Y quién corrompe a los políticos? Las industrias extractivas y el capital privado



Oscar Guardiola-Rivera

Una de las reglas del buen pensar sugiere que la explicación más sencilla es mejor.

Cabe aplicarla al analizar la opinión corriente acerca de dos temas de actualidad mundial, regional y doméstica: la corrupción y la guerra. Esta semana, el periodista Ed Vulliamy dio un buen ejemplo de ello al afirmar que el nexo entre política y capitalismo explica mejor la corrupción y que dicho nexo “lleva invariablemente a la violencia y la muerte”. Citó a Ovidio acerca del origen de la guerra. “La tierra, que había sido común a todos, como la brisa y el sol, ha sido dividida por cercas y fronteras establecidas por topógrafos expertos y cuidadosos”, escribió el poeta.

Ovidio explica que, lejos de limitarse al cultivo de lo necesario para alimentarse, los hombres a quienes sirven los expertos demandan de la tierra un sinnúmero de riquezas. “Exploran sus entrañas, y extraen de ella lo que oculta bien lejos... Esta riqueza provoca males males aún mayores y vergüenza. Encontraron hierro, para desventura de la humanidad. Y luego oro, más dañino que el hierro. Apareció la guerra, en la cual usan ambos metales para azuzar el conflicto. Armas enfrentadas en manos sangrientas”.

La cita fue a propósito de las investigaciones sobre corrupción gubernamental debidas al angolano Rafael Marques. Su trabajo, que ha premiado el Index for Censorship, se distingue de los escándalos sobre corrupción que nos regalan a diario los medios. Mientras que estos últimos reportan de manera unidimensional la corrupción de los servidores públicos, sobre todo si provienen de la izquierda, Marques pregunta: ¿y quién corrompe a los políticos? Las industrias extractivas y el capital privado, responde. Visto así, la carga de la prueba y el castigo se invierte. Claro que los políticos deben responder, cualquiera sea su ideología. Pero ello se sigue no porque la política sea de suyo sucia y opuesta a la moral sino porque los políticos se han puesto al servicio de los ricos.

Entonces, aquéllas y éste deberían probar su inocencia en casos de corrupción y responder moral y legalmente como criminales, pues “parece que no pueden llenar sus cofres sin dañar a las gentes”, como dice Vulliamy. Las multas no bastan. Lo prueba el caso del banco HSBC. Deberían cumplir obligaciones de transparencia tan o más firmes que las contempladas en la ley Dodd-Frank de EEUU o la Directiva de Responsabilidad Europea, de urgente implementación en Colombia y el resto de Latinoamérica.

Pero, además, ellas y sus “expertos” —abogados prestos a explotar grietas en la legislación de centros globales como Londres, CEO, políticos y juristas locales— deben responder por “crímenes contra el desarrollo y las gentes” como si se tratase de crímenes contra la humanidad toda.

El Espectador

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