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jueves, 26 de julio de 2018

La noción de Estado y la lucha actual en Colombia

En un mundo tan revuelto e incierto, y con tantas posibilidades para el ascenso de las clases explotadas, oprimidas y clases subalternas, es precisamente cuando las “nomenclaturas burocráticas” han abandonado el leninismo por un ecléctica sopa rosada o “sancocho nacional”, llamado teoría crítica.

Foto: El Turbión 1 de mayo desde el sur via photopin (license)


Alberto Pinzón Sánchez

Bob Jessop, el investigador anglosajón más autorizado actualmente sobre la teoría del Estado, citando a Gramsci, escribe: “Gramsci identificó la existencia de una diferencia fundamental entre la lucha política y la lucha ideológica. En la lucha política debemos atacar al enemigo en sus puntos más débiles. En la lucha ideológica lo atacamos en su punto más fuerte”.

Y recogiendo la gran discusión, incluso histórica, que sobre el Estado, es decir: el punto “más fuerte” del adversario de clase, y al que no se le ha prestado la importancia que realmente reviste, inicia su libro [1] adelantando la siguiente aclaración que ya había planteado en 1990 y que, con el perdón del autor, para efectos de este artículo de incitación a su lectura, voy a resumir o simplificar:

El núcleo del aparato estatal está compuesto por un conjunto relativamente unificado de instituciones y organizaciones empotradas en la sociedad y formalizadas socialmente y que son estratégicamente selectivas (para los teóricos alemanes “Staat gewalt” (fuerza del Estado), cuya función socialmente aceptada es la de definir y aplicar decisiones colectivas vinculantes para los miembros de una sociedad o “Staat volk”, de una determinada área territorial “Staatgebiet”, en nombre del interés común o voluntad general de una comunidad imaginada, que se identifica con ese territorio “Staat idee” (op. cit. pag. 93).

Es decir, a la tradicional concepción medieval, que llegó hasta la modernidad, de los tres monopolios del poder estatal: el monopolio de las armas, el monopolio de la horca (Justicia) y el monopolio de los tributos sobre un territorio y sobre una población históricamente determinada, en nombre de un “ficticio” interés general representado por el señor feudal o rey, y luego clase dominante burguesa, Jessop avanza y desarrolla ampliamente en su libro un cuarto elemento muy importante: el de la idea del Estado (Staat idee), característico del Estado actual del capitalismo desarrollado en la etapa de globalización neoliberal: relacional, dinámico, variable, tendencial y muy cambiante que sirve de conexión con la esfera política y toda la sociedad en general, así como con el todo del Sistema Global Imperial (SGI), concepción que se debe tener muy presente al analizar la realidad actual de la lucha de clases en Colombia.

Y es aquí donde, teniendo en frente la real Colombia de hoy y la aplicación tradicional del poder estatal que está en implementación, la marrana tuerce el rabo con tres vueltas:

Una, la confusión deliberada que se ha implementado por los medios de comunicación entre Gobierno y Estado (como por ejemplo ha sucedido con el famoso acuerdo de paz de La Habana considerado un logro de la corrupta “gobernanza neoliberal” santista y que el próximo gobierno podrá modificar a su interés obviando al Estado).

Dos, la confusión entre la territorialidad de la aplicación de dicho acuerdo de paz (reducido por los medios a lleno militar del vacío dejado por las FARC y a la reestructuración de la guerra USA-OTAN contra las drogas) con los largos procesos de descentralización y la desconcentración del poder estatal, cuyas diferencias notables se pueden leer en este enlace. Y que son tareas de largo plazo, ejecuciones y resultados del desarrollo histórico y geográfico del poder estatal neoliberal de Colombia fundamentado en la Constitución aperturista y neoliberal del bipartidismo ampliado de 1991 (Serpa + Álvaro Gómez + Navarro).

Y tres, seguir empeñados en mirar el microscopio ignorando el telescopio, para no ver el complejo y rico proceso en el que la humanidad se encuentra en estos momentos de reestructuración y reorganización del SGI, con luchas desalmadas y desgarramientos intestinos que se están dando en su seno (¿en su intestino?) con el ascenso y rivalidad de dos potencias capitalistas neoliberales emergentes Rusia y China, que están aprovechando la decadencia y perdida de la hegemonía de los EEUU, sumido desesperadamente en sostener su primacía con una “reindustrialización USA”, porque la industrialización china ha llegado al límite, y en promover el caos, las guerras militares o económicas, las revoluciones naranja, y la franca destrucción de los Estados-Nación que no se ajusten a sus intereses o que ofrezcan resistencia a la globalización neoliberal en curso, como el Irak de Hussein, la Libia de Gaddafi, la Siria de al-Assad, la Norcorea de Kim Jong-un, el Irán del ayatolá Ali Khamenei, la Ucrania del pro ruso Yanukovych y en toda Nuestramérica, la rabiosa campaña para revertir cualquier gobierno con alguna veleidad “soberanista”, o, incluso francamente populares y democráticos como Bolivia, El Salvador, Venezuela o Nicaragua, con todos los errores y concesiones antipopulares y regresivas que en esta última se han dado.

Tres dificultades hábilmente aprovechadas para reforzar el poder del Estado, por los llamados cuarto poder del Estado colombiano (la falsimedia oligárquica) y por el quinto poder del onegeísmo, financiado principalmente por la Usaid y demás agencias financieras que posee el SGI desplegadas en todo el territorio colombiano para asegurar su dominación.

En un mundo tan revuelto e incierto, y con tantas posibilidades para el ascenso de las clases explotadas, oprimidas y clases subalternas, es precisamente cuando las “nomenclaturas burocráticas” (representantes de la pequeña burguesía reformista, urbana, semiurbana y rural, tan abundante en Colombia), quienes tradicionalmente han dirigido la mayoría de las luchas populares, incluida la lucha armada de resistencia antiimperialista y antioligárquica, han abandonado el leninismo por un ecléctica sopa rosada o “sancocho nacional”, llamado teoría crítica.

Abandonando tres de las más actuales e importantes obras de Lenin (para no citar sin pedantería los 50 tomos de sus Obras Completas) que han arrojado luz brillante por más de un siglo, las cuales me permito volver a recomendar para su estudio: 1- El folleto sobre el imperialismo. 2- El escrito sobre el Estado y la revolución. 3- El artículo sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación.

Con estos tres destellos analíticos, quizás podamos enfrentar un poco mejor la Staat idee (idea de Estado de la que habla Jessop) que actualmente posee y está desarrollando y con toda seguridad desarrollará la clase transnacional que domina en Colombia. Para no dejarnos enredar en sus continuos espectáculos de la Justicia espectáculo mediático con la que suele sorprendernos cada tanto, como por ejemplo el enésimo llamado a Uribe Vélez a indagatoria, que seguramente concluirá en nada. Ya se sabe: el teflón. Y prepararnos un poco mejor para enfrentar los tiempos difíciles, pero aprovechables, que se vislumbran en el horizonte.

Nota:

1. Jessop Bob. El Estado. Pasado, Presente y Futuro. Editorial Catarata. Madrid. 2016.

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